lunes, 11 de marzo de 2013

Mario Rivero

Balance

Es terrible no encontrar a dónde ir...

De las casas unas están destruidas,
sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
con lepras en los muros y con espectros tristes,
otras se alzan tan falsas como un decorado.

Del palacio o la casa encantada,
la tapicería vemos gastada, anticuada.
No hay belleza en aquel lugar, no hay misterio,
y continuamos nuestro aislado camino,
en el jardín gotea el surtidor del cansancio.

Hay posadas que ya no se abren más por nosotros,
con las que hemos perdido el contacto,
cuando exentos de excusa, buscamos,
titubeantes como un extranjero,
o aun como mendigos, lejanos, extraños...

Es terrible no saber a dónde ir,
al final del día muerto
a la hora en que a veces se bebe, o se mata.

Encontrar que no hay sendero,
no hay camino, no hay puerta, donde llamar,
en la fatua sonrisa del triunfo,
o en el pobre final, consumida ¡la Casa del Alma!


Lágrimas
                                       "En el juicio Final sólo se
                                               pesarán las lágrimas"
                                                                            Cioran


Conozco las lágrimas.
Sé de las lágrimas.
Un negro rocío cuyo sabor perdido
                                         de nuevo encuentro.

He llorado de noche, a la orilla del mar,
oprimido por el dardo de la belleza...

Sollozado lágrimas por alguna espantosa
                                                                                  verdad,
secretamente. Serio como la muerte.
Donde no hay nada para engañar.
O desde lo alto de los tejados, donde
todos pudieran verme.
He llorado bajito, bajo, así de afligido
-medio-triste medio-enfermo-
por los nobles árboles desarraigados
                                                                viejos y negros...
Porque la mañana y la noche vienen otra vez
                                                                ¡y siempre otra vez!
y una vez más, en inextinguible y eterno infierno.

¡He vivido cargado de lágrimas!
Han brotado mis lágrimas
en algún estupor de vino y silencio...
He llorado cubierto por mi sudor de sangre
en mi Huerto-de-los-Olivos. Herida el alma
en la despedida mas breve.

Compartido anónimos ruidos de lágrimas
en que prevalece, la secreta tristeza del
                                                                                mundo.

Y sorbido la lágrima desde un párpado...
Una gota sola que cae, con impulso tierno
como e! de la rota cuerda de un arpa.

¡He llorado! ¡Llorado de amor o añoranza!
De vergüenza y orgullo. ¡De puro anhelo!
Lágrimas de vida y de muerte,
me han hecho verter una serie de pequeños hechos.


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