domingo, 27 de octubre de 2013

Roberto Juarroz

Hay corazones sin dueño...

Hay corazones sin dueño,
que no tuvieron nunca la oportunidad
de regir como un péndulo casi atroz
el laborioso espasmo de la carne.

Hay corazones de repuesto,
que esperan sabiamente
o por quién sabe qué mandato
el momento de asumir su locura.

Hay corazones sobrantes
que se descuelgan como puños de contrabando
desde la permanente anomalía
de ser un corazón.

Y hay también un corazón perdido,
una campana de silencio,
que nadie sin embargo ha encontrado
entre todas las cosas perdidas de la tierra.

Pero todo corazón es un testigo
y una segura prueba
de que la vida es una escala inadecuada
para trazar el mapa de la vida.




Algún día encontraré una palabra...

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.


Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se detendrá ni cuando mueras.

sábado, 19 de octubre de 2013

Gottfried Benn

Postludio

Tienes que sumergirte, que aprender,
unas veces es dicha, otras oprobio,
no te rindas, no debes alejarte
cuando a la hora se le fue la luz.

Aguantar, aguardar, estando hundido,
desbordado unas veces, otras mudo,
es una ley extraña, no hay centellas,
no estás solo, mira a tu alrededor:

La tierra quiere dar sus fresas
en abril, aunque tenga pocas flores,
mantiene sus pepitas,
callada, hasta que lleguen buenos años.

De dónde se alimentan las semillas
nadie lo sabe ni si alguna vez
va a echar flores la copa -
aguantar, aguardar, no reservarse,
oscurecer, envejecer, postludio.

Versión de Eustaquio Barjau

Sólo dos cosas

A través de mil formas transido
-nosotros, tú, yo- sólo sé
que en todas hemos sentido
la eterna cuestión: -¿Para qué?

Pregunta pueril que no oíste,
pues sólo tarde supiste
que dado te fue padecer
-o razón, o locura, o mito-
tu estigma fatal: el deber.

Del árbol, la nieve y el mar
nacer y morir es el sino;
dos cosas habrán de quedar:
la nada y mi propio destino.

Versión de Otto de Greiff

jueves, 10 de octubre de 2013

Emily Dickinson

Hoy algo diferente, no por ser  un poema distinto ya que todos son únicos e irrepetibles, sino por su manera de llegar a mí. Yo estaba convencida de que nadie leía este blog, salvo yo misma y algún amigo a quien se lo indicaba. Sin embargo, alguien a quien admiro mucho a través de sus letras, de sus poemas, me lo ha enviado y me ha hecho sentir que no estoy tan sola. Gracias Ío, muchas gracias por tu atención, y sí, me gusta casi tanto como los tuyos. 

Merece la pena pasear por su blog y detenerse a leer sus palabras porque os llegarán. A la derecha está el enlace.


El fantasma interior

No es necesario ser una habitación
para estar embrujada,
no es necesario ser una casa.
El cerebro tiene pasillos más grandes
que los pasillos reales.


Es mucho más seguro encontrarse a medianoche
con un fantasma exterior
que toparse con ese gélido huésped,
el fantasma interior.


Más seguro correr por una abadía
perseguida por las sepulturas
que, sin luna, encontrarse a una misma
en un lugar solitario.


Nosotros tras nosotros mismos escondidos,
lo que nos produce más horror.
Sería menos terrible
un asesino en nuestra habitación.


El prudente coge un revólver
y empuja la puerta,
sin percatarse de un espectro superior
que está más cerca.



Emily Dickinson | El viento comenzó a mecer la hierba

La traducción, de Enrique Goicolea, pertenece a la reciente antología poética publicada bajo el título El viento comenzó a mecer la hierba (Nórdica, 2012).

miércoles, 9 de octubre de 2013

Lorenzo Oliván

El paisaje interior

La oscuridad te hace
mirar siempre hacia dentro,
hacia un dentro sin fondo
que se abre en uno mismo.

Quizás por eso sueñas
que caes y nunca acabas
de llegar al final
de tan hondo vacío.

Imagen de tus manos

Hay manos que acarician
y casi casi ven.

Ven y acaríciame y haz que yo sea
la imagen que de mí tienen tus manos.

Saber morir

El sol se va
olvidando, olvidando
de sí mismo y, de pronto,
anochece.

                      Qué bien saben morir
algunas cosas que ya estaban muertas.

Puntos de fuga  1996-2000


martes, 8 de octubre de 2013

Nina Cassian

Alegría

Gozo mezclando mis cabellos con vosotras, hojas del otoño,
corriendo por el bosque loco, resbalando, riendo y arañando
mis mejillas en vuestras formas rugosas.
Me alegra poder lanzar
en el Otoño rojo mi grito solo y profundo
bajo las bóvedas de oro seco, en el susurro del viento.
Me gusta huir, caer y reír sobre la tierra adornada
por los mil labios de tu sonrisa amarilla,
                                                                                      Otoño!
                                                                                         1957

Versión de Pablo Neruda